El propósito del masaje Lingam es relajar al hombre y llevarlo al contacto con su lado más sensible. El papel de los sexos se ve intercambiado.
Entre el hombre y la masajista se crea una relación de intimidad y compenetración difícilmente alcanzable en otro tipo de masajes –incluso de relaciones sexuales-.
Para que esa compenetración se produzca es una buena práctica que el hombre y la masajista se acerquen, se acaricien, abracen y, sobre todo, se miren a los ojos. La idea es derribar posibles murallas.
El hombre, debe recostarse sobre la espalda (a ser posible sobre almohadones que le eleven el torso y la cabeza). Las piernas separadas lo más cómodamente posible con las rodillas un poco dobladas. Eso hace que los genitales del hombre queden completamente expuestos para que la masajista pueda acariciarlos en su totalidad.
Es importante el uso de un buen lubricante sexual. La masajista lo esparcirá con mucha delicadeza tanto por el pene como por los testículos. La masajista iniciará el masaje por los testículos y el escroto. Luego por el perineo y explorar, con mucha delicadeza, si al hombre le gusta que le acaricien la zona anal. No todos los hombres son receptivos a ese tipo de caricias.
Una vez que el hombre ha conseguido un grado razonable de excitación se comienza a acariciar el cuerpo del pene variando la presión y la velocidad para que los estímulos sean diferentes y así sea más intensa la sensación de placer.